En este artículo analizaremos las principales características de esta patología, una de las más comunes y con mayor prevalencia en el mundo y por ello, junto a los trastornos de ansiedad, una de las más estudiadas y reconocidas.
1. Descripción
El trastorno depresivo o depresión (del latín depressio, «opresión», «encogimiento» o «abatimiento») es el diagnóstico psiquiátrico que describe un trastorno del estado de ánimo, transitorio o permanente, caracterizado por sentimientos de abatimiento, infelicidad o culpabilidad, que además provoca una incapacidad total o parcial para disfrutar de los acontecimientos de la vida cotidiana (estado al que se conoce con el término «anhedonia»). Es importante destacar que ni los síntomas ni las consecuencias de la depresión tienen relación con los cambios habituales del estado de ánimo ni con los sentimientos cotidianos fluctuantes. La depresión puede afectar a todos los ámbitos de la vida, incluidas las relaciones familiares, de amistad o comunitarias. Los trastornos depresivos pueden estar además, en mayor o menor grado, acompañados de ansiedad. Se estima que, en todo el mundo, el 5% de la población adulta padece depresión, aunque también podemos hablar de depresión en la población infantil y adolescente. Este trastorno, estadísticamente, afecta más a la mujer que al hombre y puede conducir al suicidio. En cualquier caso, existen tratamientos eficaces para la depresión, ya sea leve, moderada o grave.
2. Síntomas
La mayoría de síntomas afectan principalmente a la esfera afectiva y aunque es ahí donde reside el núcleo principal de síntomas, la depresión también puede expresarse a través de afecciones de tipo cognitivo, volitivo e incluso somático. Algunos de los síntomas más comunes, perceptibles y, sin embargo, a menudo infravalorados, son los siguientes:
- Tristeza constante o pérdida de interés generalizado
- Incapacidad para disfrutar con las actividades lúdicas habituales
- Vivencia poco motivadora y más lenta del transcurso del tiempo
- Decaimiento e irritabilidad
- Sensaciones de malestar, impotencia o frustración
- Posible disminución del rendimiento en el trabajo o los estudios, o limitación de la actividad vital
- Pensamientos e interpretaciones negativas y pesimistas acerca de uno mismo, de su entorno y del futuro (lo que se conoce como «triada depresiva«)
3. Posibles causas
Son numerosos los factores que pueden originar, desencadenar o agravar la depresión, siendo los siguientes los más ampliamente aceptados y estudiados:
- Factores genéticos: aunque no son determinantes, los antecedentes familiares de depresión incrementan entre un 25% y un 30% la probabilidad de sufrir depresión. En gemelos monocigóticos hay un 50% más de probabilidades de que uno de los hermanos padezca depresión si existen precedentes en el otro. Este porcentaje es del 25% en el caso de gemelos dicigóticos
- Factores fisiológicos: la aparición y cronificación de la depresión se relaciona con un descenso pronunciado en los niveles de un neurotransmisor que se llama serotonina. Por ello se suelen emplear, como veremos más adelante, medicamentos como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), que modifican los niveles de serotonina que se puedan encontrar alterados. Existe, además, un grupo de enfermedades estrechamente ligadas a la aparición de la depresión, la mayoría de ellas relacionadas con alteraciones endocrinas, tales como la migraña, la diabetes, el hipertiroidismo, el síndrome de Cushing o la enfermedad de Adisson
- Factores personales: existe un porcentaje significativamente mayor de depresión en mujeres que en hombres. La franja de edad comprendida entre los 35 y los 45 años es la de mayor incidencia. El embarazo y el posparto son etapas vitales en la mujer, existiendo un mayor riesgo de aparición de este trastorno debido a las alteraciones hormonales. No obstante, otros factores relacionados con la personalidad de cada individuo son también relevantes en este sentido
- Factores ambientales: aquí se engloban todos aquellos factores que resultan negativos para el individuo (estrés, ansiedad, incapacidad para encauzar los problemas, etc.) en cualquiera de sus ámbitos personales (laboral, social, afectivo, académico, familiar…), en especial si la persona se encuentra, además, en una situación de dependencia o consumo habitual de alcohol, tabaco, drogas, etc. Una situación de escasas o nulas relaciones interpersonales potencia especialmente estos factores. De ahí la importancia que los psicólogos otorgamos a las relaciones sociales saludables
4. Tipos de tratamiento
El fin último del tratamiento es mejorar la situación anímica, restaurar un adecuado funcionamiento de las capacidades socio-laborales y/o académicas, mejorar la calidad de vida, disminuir la morbilidad y la mortalidad y evitar en lo posible las recaídas. La selección del tratamiento dependerá del resultado de la evaluación, siendo ésta imprescindible desde el primer momento. Podemos afirmar que la primera opción de tratamiento, en términos generales, suele ser una combinación de psicofármacos y de terapia psicológica cognitivo – conductual
- Farmacología: los antidepresivos son los psicofármacos utilizados en el tratamiento de todas las formas de depresión, aunque esta familia de medicamentos también es empleada en el tratamiento de algunos trastornos de ansiedad y de trastornos de la conducta alimentaria (TCAs) como, por ejemplo, la bulimia nerviosa. Existen varios tipos de antidepresivos, siendo éstos los principales:
- Antidepresivos tricíclicos: Este tipo de antidepresivos sólo se recomienda en casos específicos o resistentes, aunque también se emplea en el tratamiento de las crisis por angustia y del trastorno obsesivo – compulsivo (TOC) o incluso la enuresis. Son administrados por vía oral y excepcionalmente por vía intramuscular o endovenosa y bloquean la recaptación de varios neurotransmisores, como la noradrenalina y la serotonina. Algunos de sus nombres comerciales son Tryptizol y Anafranil
- Inhibidores de la monoaminoxidasa (IMAO): Los inhibidores de la monoaminoxidasa fueron el primer tipo de antidepresivo desarrollado. Siguen siendo eficaces, pero generalmente han sido reemplazados por antidepresivos que resultan más seguros y causan menos efectos secundarios. Estos antidepresivos inhiben la enzima monoaminoxidasa tipo A (MAO-A), aumentando los niveles sinápticos de la noradrenalina y de la serotonina. Así, el efecto antidepresivo aparece progresivamente entre las dos y las seis semanas. Se utilizan en el tratamiento de la depresión atípica (caracterizada por síntomas como irritabilidad, hipersomnia, hiperfagia, etc.), de las crisis de angustia, la fobia social y el TOC. Algunos de sus nombres comerciales son Nardelzine, Parnate o Manerix
- Inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS): actualmente son los antidepresivos más utilizados, pues tienen menos efectos adversos y un efecto antidepresivo comparable al resto. Además, es escasa la importancia farmacológica que tiene un olvido en las tomas del fármaco y presentan una buena respuesta a la posterior supresión. Actúan bloqueando selectivamente la recaptación presináptica de la serotonina y además de utilizarse en diversas manifestaciones de la depresión, también se emplean en el tratamiento de la bulimia nerviosa, las crisis de angustia y el TOC. Algunos de sus nombres comerciales son Prozac, Dumirox o Seroxat
- Terapia cognitiva: la depresión se produce por una alteración en la forma de pensar e interpretar los acontecimientos, que afecta a la forma de sentir y de comportarse. A través de este tipo de intervención psicoterapéutica, se analizan los errores de pensamiento (que se conocen como distorsiones cognitivas) para que la persona aprenda a pensar de una forma más realista que le ayude a sentirse mejor y a tomar decisiones efectivas para resolver sus problemas. Se suele trabajar con tareas a desarrollar en el periodo entre sesiones y planteando diversas situaciones para que el individuo ponga a prueba su forma de pensar
- Terapia conductual: en este tipo de terapia, complementaria a la anterior, se incluyen distintas vías de intervención que tienen en común el análisis de la conducta de la persona, a la que se ayuda a programar actividades gratificantes y a organizar su tiempo. También se proporcionan las herramientas y las habilidades para ser más asertivo y sociable, y para ser capaz de exponerse a situaciones sociales que se suelen evitar por miedos diversos
- Medidas coadyuvantes: en adición a este paquete de medidas, se recomiendan otras actuaciones. Por ejemplo, el hecho de realizar ejercicio físico puede reducir o minimizar sensiblemente los síntomas existentes, si se practica al menos tres días a la semana. En cuadros depresivos severos, ocasionalmente se puede indicar el empleo de la terapia electroconvulsiva (TEC), en paralelo a la psicoterapia o antes de la misma
Carlos García Hidalgo
Licenciado en Psicología (UCM, 2006), núm. col. M-24244
Máster en Musicoterapia (ISEP, 2008)
Máster en Terapia de Conducta (UNED, 2014)
Experto en Psicología del Deporte (UNED, 2023)
Madrid, junio de 2023

