La percepción de control es la base de la autoconfianza y resulta un aspecto fundamental de la fortaleza psicológica. Además, en cualquier situación de la vida cotidiana y en concreto, en la práctica deportiva, genera una autoconfianza alta y las experiencias en las que el deportista pueda aplicar esta percepción de control favorecen el rendimiento deportivo y fortalecen la motivación por la práctica del deporte, circunstancias que se traducen en una mayor seguridad y competencia en otras áreas de la vida del deportista.
En contraposición al control se encuentra la indefensión. La persona que se siente indefensa percibe que no puede influir en su entorno, llegando a la conclusión de que haga lo que haga, éste no depende de su propia conducta. La indefensión puede provocar frustración, ansiedad, rabia, desánimo y pérdida de motivación. La práctica deportiva también puede convertirse en una fuente de indefensión. Si el entrenador plantea entrenamientos con ejercicios cuyos niveles de dificultad son apropiados y los chicos saben qué tienen qué hacer, éstos percibirán control; si la exigencia de los ejercicios sobrepasa las posibilidades de los deportistas o éstos no saben bien cuál es su cometido preciso, entonces se sentirán indefensos. Así, muchos deportistas jóvenes se encuentran indefensos porque se les exige más de lo que pueden hacer o no saben qué tienen que hacer exactamente durante los entrenamientos o las competiciones.
Imaginemos el siguiente ejemplo: durante un partido de fútbol un niño dispara, en una primera ocasión, desde fuera del área y el balón llega a las manos del portero con suavidad y centrado. Entonces, el entrenador corrige esta acción y le indica que, si se encuentra «tan lejos de la portería», en la próxima ocasión pase el balón a un compañero y opte por no disparar. Unos minutos más tarde, el niño se encuentra en una posición similar a la anterior, así que, recordando la última instrucción de su entrenador, decide pasar el balón a un compañero, aunque éste se encuentra bien defendido y el balón es interceptado por el equipo contrario. En esta ocasión el entrenador recrimina al niño no haber disparado a puerta «¡con el ángulo de tiro tan bueno que tenías!». En una tercera ocasión, el niño recibe el balón, de nuevo, en una posición similar a las anteriores y libre de marca. Esta vez decide disparar de nuevo a puerta, pero el balón, aunque con más fuerza que la primera vez, se marcha desviado. Nuevamente, el entrenador le recrimina la acción, gritándole que «¡si no lo ves claro, no dispares y busca el pase atrás!«. Evidentemente, el niño termina por sentirse indefenso porque no sabe a qué atenerse, qué se espera concretamente de él en cada acción y piensa que no está en sus manos hacer una buena actuación o satisfacer a su entrenador.
La indefensión propia de las etapas infantil y adolescente debe contrarrestarse con experiencias que propicien percepción de control y el entrenador de estos deportistas debe tratar de fomentarlas en todo momento. Para ello, puede valerse de diversas estrategias, tales como:
- Entrenar para mejorar el repertorio de habilidades deportivas. Así el deportista podrá disponer de un mayor número de recursos para controlar las demandas que una situación concreta o su deporte pueda plantear
- Establecer objetivos que, además de consensuados y atractivos, resulten alcanzables para el niño en función de su nivel actual, ya que la consecución de los mismos, como he mencionado antes, fortalece y mejora la autoconfianza, la motivación por la práctica deportiva, etc.
- Siempre que sea posible, organizar competiciones contra rivales de un nivel similar, de modo que las demandas de la competición resulten controlables para los deportistas
- Desarrollar ejercicios durante las sesiones de entrenamiento que los deportistas puedan controlar. Esta idea está en consonancia con los principios en los que se basa el concepto de Vigotsky de la «Zona de Desarrollo Próximo»
- Explicar con claridad a los deportistas qué se espera concretamente que hagan en cada uno de ejercicios planteados, exigiéndoles y evaluándoles únicamente en función de ese cometido y no de otros, no explicados o consensuados previamente
- Valorar las decisiones de los deportistas en función del criterio que se está siguiendo y está siendo desarrollado y no por el resultado concreto obtenido. Por ejemplo, si el entrenador de un tenista indica a éste cuándo debe subir a la red durante un partido, cuando el tenista lo haga, el entrenador debe valorar positivamente su acción, independientemente del resultado obtenido con dicha acción, de manera que el deportista perciba que controla esta situación y sepa cómo debe actuar en futuras ocasiones
- Destacar siempre las conductas concretas que se han exigido y se han producido, en lugar de los resultados concretos obtenidos. Y si los resultados son dignos de ser destacados, relacionar éstos con las conductas de los deportistas que han favorecido dicho resultado. Así la relación entre la conducta desarrollada y el resultado obtenido favorecerá la percepción de control. Por ejemplo, ante un resultado positivo (ganar un partido de tenis), el entrenador debería relacionar dicho resultado con las conductas concretas del tenista que han contribuido a ese resultado y que puedan ser reproducidas de nuevo en el futuro; de este modo, el deportista percibirá que dispone de un repertorio de conductas que le ha permitido y le podría permitir en futuras ocasiones, controlar las demandas de próximos partidos y alcanzar los resultados deseados
- Destacar, igualmente y de manera constante, el esfuerzo realizado por los deportistas para conseguir los resultados. Las conductas de esfuerzo se pueden relacionar con el resultado obtenido y las conductas de habilidad se pueden relacionar (además de con el resultado) con el esfuerzo que ha sido necesario para dominar la habilidad que ha conducido al resultado obtenido. Por ejemplo, el entrenador de un equipo de baloncesto, reúne tras una victoria, a sus jugadoras y les explica que el partido se ha ganado (resultado deseado) gracias, en gran parte, a las acciones defensivas (conductas de esfuerzo) realizadas durante el partido y a la precisión en los tiros libres (conductas de habilidad), que a su vez ha mejorado mucho gracias a los esfuerzos realizados por las deportistas durante los entrenamientos de las últimas semanas en la práctica de esta habilidad
Carlos García Hidalgo
Licenciado en Psicología (UCM, 2006), núm. col. M-24244
Máster en Musicoterapia (ISEP, 2008)
Máster en Terapia de Conducta (UNED, 2014)
Experto en Psicología del Deporte (UNED, 2023)
Madrid, junio de 2023

