El éxito controlado ocurre cuando se dan buenos resultados deportivos, consiguiéndose los objetivos previamente establecidos, siempre que estos resultados sean atribuidos por los deportistas a los recursos propios que manejan. De no producirse tal atribución, aunque se pueda hablar de éxito en términos de resultado, no podremos catalogarlo de «controlado». Las experiencias de éxito controlado generan una coherencia entre las expectativas previas y los logros alcanzados, lo que conduce al fortalecimiento de la autoconfianza y a una mayor motivación por la continuidad en la práctica deportiva.
Por su parte, el fracaso controlado ocurre cuando no se cumplen los objetivos preestablecidos y los resultados deportivos no son los deseados, pero los deportistas, a pesar de ello, perciben que han controlado el proceso y mejorado el conocimiento para conseguir, en futuras intervenciones, dichos objetivos dándose cuenta de que disponen o dispondrán, si siguen trabajando adecuadamente, de los recursos apropiados para ello. Las experiencias de este tipo contribuyen a desarrollar una mayor tolerancia a la frustración y una mayor capacidad para reaccionar en situaciones adversas.
La alternancia de ambos tipos de experiencias (éxitos y fracasos controlados) resulta especialmente apropiada en el proceso de fortalecimiento de la autoconfianza, siendo recomendable que las experiencias de éxito sean más frecuentes que las de fracaso y que el fracaso, cuando se produzca, no se distancie dramáticamente de los objetivos que pretendían conducir al éxito. Por ejemplo, no se producirá una experiencia de fracaso controlado si para el entrenamiento de una niña se organiza un partido amistoso contra otra deportista, de un nivel claramente superior y el partido termina con un resultado de 6-0 y 6-0, o si se organiza una competición local en la que se enfrenta un equipo de fútbol benjamín contra otro alevín y el resultado del encuentro al descanso es de 16 – 0.
El entrenador de deportistas jóvenes puede trabajar ambos tipos de experiencias a través de estrategias como las siguientes:
- Organizando actividades deportivas apropiadas en entrenamientos y competiciones, es decir, que incluyan retos alcanzables o se realicen contra rivales de un nivel deportivo similar
- Estableciendo objetivos atractivos y realistas centrados en el propio rendimiento (objetivos de realización) y en las acciones de los deportistas y no en los resultados
- Elaborando planes conocidos y dominados por los deportistas para conseguir los objetivos establecidos, con un especial énfasis en los esfuerzos personales que conduzcan a dicha consecución
- Analizando objetiva y constructivamente la experiencia deportiva en función de los criterios previamente establecidos y no juzgando la actuación de los deportistas por resultados, especialmente cuando éstos además dependan de factores ajenos
- Evitando alcanzar conclusiones generales a partir de experiencias aisladas impactantes o juzgar la actuación de los deportistas en situaciones con una alta carga emocional. Por ejemplo, tras una derrota inesperada en un partido de waterpolo, evitar reacciones impulsivas que conduzcan a proferir frases como «No tenéis ni puñetera idea de jugar a este deporte, siempre nos pasa lo mismo»
Carlos García Hidalgo
Licenciado en Psicología (UCM, 2006), núm. col. M-24244
Máster en Musicoterapia (ISEP, 2008)
Máster en Terapia de Conducta (UNED, 2014)
Experto en Psicología del Deporte (UNED, 2023)
Madrid, junio de 2023

